jueves, 9 de junio de 2011

El carnicero de Leonard Cohen.

Ten valor, hijo mío,
decapítalo.
Deja tras de tí
un cuerpo inerte y violáceo
que no puede reprochar
las noches de insomnio,
el tiempo perdido.
Su frío cuerpo no protestará
después del
último estertor
de su pulso sanguíneo.


Atrévete hijo mío
y que tu afilada hoja
entre incipiente en
su cuello.
Ahoga la excitación de esta
cálida alma,
y escupe con rabia
el rencor de estos octubres
llenos de otoño.

Atrévete hijo mío
y degüellalo;
haz que su sangre espesa
corra y resbale
por tus manos tiernas,
arrebata esa vida que no ha sido
más que un instante,
y al final, sinceramente,
arrepiéntete.

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