domingo, 27 de abril de 2008

Sin titulo no? total...

Unas rocas sobresalían doscientos metros mar adentro, en ellas la fuerza del atlántico rompía en una espuma blanca que refrescaba sólo con su presencía lejana. Hasta la costa la mar llegaba calma, un diminuto golfo donde descansaban las barcas y artes de los pescadores, hace años se veían muchas más, ahora quedaban apenas dos docenas que se mecían levemente.

La terraza era grande, cuándo nosotros llegamos sólo una pareja estaba sentada, bebiendo cerveza y fumando, ella lucía un tatuaje en donde unas rosas se mezcablan con estrellas, él una camiseta chillona con un marcianito en la espalda, la chica protestaba porque un amigo suyo perdía el control cuándo se metía coca, él asentía con la cabeza, pero no hablaba, la chica era guapa pero me cansé pronto de escucharla. Me concentré en las olas rompiendo con fuerza en las rocas, era casi hipnótico, o quizás fuera el dorken, a mi lado hablaban y se reían, el sol era maravilloso, la música cada vez me gustaba más, me quité las zapatillas y con los pies descalzos fuí siguiendo el ritmo, enseguida se refrescaron, y sin darme cuenta sonreía mientras la blanca espuma me refrescaba desde muy lejos. Quizás fuera el dorken.

Decidimos volver a la realidad, me calcé y fuimos rodeando el monte de San Pedro hasta llegar al Millenium, la Torre de Hércules se veía en el otro lado, hermosa como siempre, yo seguía estando feliz. Diez minutos después un coche delante del nuestro le pitaba a una señora para que apurase el paso mientras cruzaba la carretera, a nuestro lado pasó una motocicleta sin tubo de escape, dejó un olor a gasolina y aceite en el aire, unas adolescentes gritaban en la acera una canción de moda, noté como como poco a poco el sol se escondía, y tuve la certeza de que no, no era el dorken.

lunes, 21 de abril de 2008

Sólo son las dos.

Sus ojos eran muy claros, no se si azules o verdes, miraban mucho más lejos de lo que debieran, como si estuvieran perdidos, él me dijo que era gallego aunque fuese rubio y de ojos claros, y toda su familia también, desde tiempos inmemoriables, a mi no me costó creermelo.

-Vaya loco, que ya se va para casa.

Lo miré con incredulidad, no había entendido nada, para que me molesto. Llega una edad que se supone debes entender la angustia todos la vivimos alguna vez, hay gente que se muere sin profundizar en nada, que vive en la felicidad o la miseria más absoluta y no se plantea el porqué de sus sentimientos, de sus emociones, que simplemente se encuentra bien o mal. ¿Todos los locos están en la calle de madrugada? Yo tengo ganas de llorar y sólo son las once, tendré que trasnochar para que me tomen en serio, sin embargo, cuando me dijo aquello, desde aquellos confusos ojos claros (blancos), me sentí mucho más cuerdo que hacía unas horas y me quería ir a casa.

viernes, 18 de abril de 2008

Seis meses.

La consulta del médico estaba llena de jubilados y yonkis en busca de recetas. Yo entonces ya sabía que me estaba muriendo. Espere casi una hora a que el pequeño altavoz anunciase mi nombre, la gente me miraba con envidia mientras entraba en la consulta. El doctor estaba sentado en su escritorio, le saludé pero ni se molestó en levantar la vista de los papeles que ojeaba, supongo que se trataba de mi historial médico. No parecía muy excitado, imaginé que se encontraría con hígados cirróticos y pulmones nicotínicos todos los días. Cuando levantó su mirada hacia donde yo me encontraba, vi reflejada en sus ojos una masa informe de órganos putrefactos, empezó a hablar, de paliativos, morfina, anestésicos, repitió dos veces "horribles dolores" Yo tenía ganas de escupirle en la boca, a ver si con suerte le contagiaba uno de mis cánceres. Él seguía hablando, escuché "seis meses", nada nuevo, quise mesarme el pelo, pero recordé que ya no tenía, ¿no finalizaría nunca su letanía? Seguía pronunciando palabras mientras escribía mis recetas, al final arrancó un montón de hojas de su block y me las alargó con su mano, en su boca había una sonrisa que mezclaba empatía y condolencia. Me sentí mal, cogí las recetas y no pude evitar preguntarme cuántas pastillas cogen en un hombre.

Salí del centro de salud y las ganas de fumar me agobiaban. El viento y la lluvia no me permitían encender el cigarro. Volví a entrar y cerré la puerta, allí si pude encender el pitillo, con dos profundas caladas. Una enfermera me miraba, mezcla de asco y compasión, yo dejé que el cigarro se descolgara en la comisura de mis labios, miré de forma decidida a los ojos de la enfermera, desafiante, ella, avergonzada, agachó la cabeza y se alejó por el pasillo. Sonreí, nadie le sostiene la mirada a un moribundo.

miércoles, 16 de abril de 2008

XboX

Me lavé la cara con agua fría, cuando saqué la cabeza del lavabo mi rostro se mostraba en el espejo pixelado, pensé que quizás tenía que cambiar la resolución de pantalla, que no tenía mucha definición. El pasillo era muy estrecho, la oscuridad ocupaba toda la casa. En la mesa del salón un mando inhalámbrico vibraba en soledad, a su lado un teléfono mostraba con unas luces encendidas un número infinito de llamadas perdidas, una vida abandonada por otra más divertida.

En la pantalla, luz, un asesino escala una torre, en lo más alto de ella, la libertad, la venganza, la sed de ella me mueve. Una combinación de botones consigue que mi cuerpo se eleve por el muro con la agilidad de un felino, me sujeto a un madero que sobresale convenientemente, en lo alto, la luz del sol no permite otear el horizonte. De espaldas, el ladrón de mi honra, mi objetivo, observa como sus tropas arrasan el pueblo sin clemencia, en el aire gritos de mujeres, niños y ancianos resuenan como una liturgia. En modo sigilo me aproximo lentamente, de mi manga un filo de acero se descuelga, he esperado muchos años para esto, el malvado gesticula con sus manos un gesto de victoría, aún no me ha escuchado. De repente suena un timbre.

¿Quién puede ser? Abro la persiana y la luz del día entra en el salón por primera vez en días, los rayos de sol atraviesan las motas de polvo que flotan en el aire alborotadas. Mientras me dirijo a la puerta siento que me mareo, una sensación de irrealidad me acompaña. Cuando abro mi madre entra sonriendo, trae bolsas de comida, y me ofrece un café. Pienso que sería yo el que tendría que ofrecérselo, no ella a mi. Durante la siguiente media hora me hace preguntas que no quiero responder, me habla de novias, de objetivos, me dice que tengo la casa muy sucia. Pronto la única pregunta que me vino a hacer sale de su sonriente boca, ¿Buscas trabajo? No quiero responder, me mantengo en silencio un instante, después busco desesperadamente el mando para poner mi vida en pausa.

sábado, 12 de abril de 2008

La desgracia ha sido mi dios. Me he tendido en el cieno. Me he secado con el aire del crimen. Le he gastado buenas bromas a la locura.

Y la primavera me trajo la risa horripilante del idiota.

Arthur Rimbaud.
Poeta y traficante de armas.


Hacía ya meses que no llovía, el aire estaba cargado, casí había perdido su transparencia. En un pequeño campo de tierra mil niños jugaban al fútbol, cada patada levantaba un pequeño hongo radioactivo. Me miré las manos, cada vez más sucias, cada vez más grandes, supe que me quedaba poco para acabar. Con tanta calor el asfalto de la carretera sudaba, distorsionaba el aire y no te permitía ver el horizonte, mis pasos no tenían rumbo, mi cabeza no albergaba pensamientos, en mi boca hacía tiempo que no había saliva que tragar. No se porqué pero me encontré fatigado, hastiado, supe otra vez que ya me quedaba poco, giré la esquina, volví a acordarme del Profeta, mi mano se cerró en el bolsillo y salió un puño, en un instante lo vi claro, era mi destino y mi fé lo que me movían, era mi deber, mi obligación. LLegué a un parada de bus, estaba llena de niños y de madres que los perseguían, algún jubilado regresaba a casa o al asilo. De repente el miedo se apoderó de mi, el sudor corría por mi frente, mi cuerpo temblaba hasta la convulsión. Una mujer se acercó a mí, pronto comprendió y empezó a gritar, el revuelo causó histeria, los niños lloraban, un soldado corría hacia donde yo me encontraba, gritaba y gesticulaba, yo nunca aprendí su idioma, sentí como las lágrimas rebosaban las cuencas de mis ojos y corrían libres por mis mejillas, pensé Alá es grande y abrí el puño en mi último gesto de redención.

Un gran estruendo y unos segundo de silencio apocalíptico, una rápida lluvía de sangre cubrió el aire, seguía haciendo meses que no llovía.

viernes, 11 de abril de 2008

Horror.

Cuando me desperté me dolía todo el cuerpo. Había dormido sentado, mi espalda desnuda apoyada contra la pared de hormigón. El sudor hiciera que la piel se adhiriese al cemento,la primera vez que quise despegarme grité de dolor. Mis brazos eran torpes, estaban llenos de moratones y pinchazos infectos. Quise recordar qué hacía allí, pero al verte tumbado a mi lado me acordé, cerré los ojos para que la cabeza dejase de latir, una náusea casi me tumba, te dije algo, que te levantaras, pero no respondiste. Arriba que ya es tarde, yo me había puesto de pie pero caminaba encorvado, te dí una patada de buenos días, y por primera vez, sonreí. Tenía hambre y recogí la bolsa plástica con los yogures y la fruta, serían un buen desayuno, con suerte dejaría de temblar y mi cuerpo se enderezaría. Me fijé en tus botas militares sin cordones, era como un sueño nebuloso y mezquino, estabas inmóvil, los pantalones vaqueros estaban muy sucios, tenías el cinturón enredado en el brazo, flojo caía hasta el suelo. Cómo si me dieran un golpe me dí cuenta que la piel de tu cuerpo era de un color morado que transmitía una sensación de frío que llegó hasta mi espalda de un latigazo. Me acerqué a tí lentamente diciendo tu nombre, tu rostro era un gesto de horror, las ojeras ríos de infortunio, en la comisura de tus labios se había secado la espuma que salió de tu boca. Te agarré del brazo y quise que te levantaras, pero no me llegaron las fuerzas, al mover el brazo la jeringuilla que todavía estaba dentro de tí se movió como un burlón péndulo. A mi me pareció una burla, entre el acero de la aguja y tu piel, sangre coagulada sellaba tu destino. Perdí los nervios, la vida ahora si que era horrible, te sujete por los hombros y empecé a balancearte frenético. No podía creer que te hubieras muerto, que le diría ahora a mamá, tendría que mentirle, pues la verdad, como siempre, era terrible.

jueves, 10 de abril de 2008

Pensando.

Estoy sancionado, mucho tiempo para escribir y las musas comiendo higos en una higuera. Sólo me queda pensar.

martes, 8 de abril de 2008

Esta sonrisa que me llega como el poniente
que se aplasta contra mi carne que hasta entonces sentía
sólo calor o frío

Leopoldo María Panero
Primer Amor

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Su piel brillaba desnuda al sol. Lucía unas gafas enormes que cubrían casi por completo su rostro, el cabello lo tenía recogido en un moño que dejaba ver su delicado cuello desnudo. Su cuerpo apenas vestía dos pulseras de cuentas y conchas marinas, adornándolo. Arena húmeda se había adherido a su piel, cubríéndola de un brillo dorado. Yo cada vez estaba más excitado.

- Ojalá este tiempo dure para siempre -me dijo sonriendo.

Se me vino a la mente que era imposible que los días soleados durasen para siempre. Miré al cielo y no ví ninguna nube que me hiciera pensar que ella podía estar equivocada, así que me pareció bien que a partir de aquel día todos los días fueran soleados.

Había bajamar, y la marea había dejado en la playa una gran franja oscura de arena endurecida por el agua. Nunca soporté el calor de la playa, el sol hace que sude, se me enrojezca la piel e incluso llego a marearme. Me iba a levantar para ir a la arena húmeda, se lo diría y no le importaría, todavía nos quedaban mil tardes soleadas. Me estaba levantando y me volví a fijar en su piel, un poco más morena ya, el sol se reflejaba en las lentes de sus gafas. Su cuerpo estaba precioso sólo adornado con dos pulseras de cuentas, estiré mi pierna y arranque con un dedo del pie arena seca de su muslo. Decidí que podía aguantar diez minutos más, se estaba levantando viento, pronto llovería.

jueves, 3 de abril de 2008

Fotografías.

- Nunca se hacen fotos de momentos tristes.
- Antes si, antiguamente se hacían retratos de cadáveres antes de velarlos.
- Sí, pero ahora ya no, ahora sólo se guardan momentos alegres, bautizos, bodas, nacimientos...

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Cerró la puerta por última vez, dio dos vueltas a la llave con sus sucias y embrutecidas manos, la antigua cerradura parecía todavía recia. Nunca volvió a aquella casa, recuerdos de una vida quedaron olvidados. Hacía mucho tiempo que por los pasillos de la casa los gritos y risas de los niños se habían apagado, también los alaridos de rencor que se intercambiaba con su esposa habían dejado de resonar en las desconchadas paredes. Dentro, baldosas rotas, bombillas fundidas, un todo tristeza y suciedad. Algún ratón buscaba comida sobre la carcomida mesa del salón a la tenue luz de los rayos de sol que se colaban por una ventana rota, motas de polvo brillaban en el aire inundando de una fina niebla toda la casa.

Las paredes y los pocos muebles que quedaban en la casa estaban repletas de marcos con sus fotos, incluso algún álbum yacía con sus hojas abiertas en el suelo. Había marcos de madera, de plástico, en tiempos algún marco de plata adornó la casa, pero se empeñó llegado el momento, como todo lo demás, para comprar algún cartón de vino. El polvo todavía dejaba ver los rostros de las fotografías, siempre sonrientes, con trajes elegantes o en bañador en la playa, niños casi embriones, recién nacidos, alguno en la incubadora, todos momentos felices en existencias, por lo normal, miserables.

Pasaron las horas, los días y llegaron incluso a transcurrir años, el silencio sólo era interrumpido por alimañas que se colaban en busca de comida o vagabundos en busca de refugio. los niños rompieron las ventanas a pedradas, la casa quedó a la vista, pero el polvo siguió acumulándose en todo lo que yacía inmóvil. Poco a poco un espeso manto cubrió las fotos, ocultando las sonrisas y los trajes de gala para siempre, haciendo que ni un recuerdo quedara visible en medio de aquel silencio eterno. Gracias a Dios nadie puede fotografiar sentimientos, nadie puede tampoco enmarcarlos, sólo se fotografían momentos alegres, bautizos, bodas, nacimientos...