lunes, 18 de febrero de 2008


Aunque era de noche de mi boca brotó un arcoiris que iluminó por un momento la ciudad, ella hablaba en griego clásico, y se reía cuando yo eruptaba, pero de mi boca siete colores seguían surgiendo como un río espeso, que inundaba las calles de alegría.

Las personas charlaban bajo una lluvia perenne de alcohol, hablaban de vivir y de morir, hablaban de su vida y de la vida de los demás, algunas se besaban, empapados en recuerdos, y otros, pendencieros, escupían insultos a quien, erotizado, quisiera escucharlos, una noche iluminada por un arcoiris que nacía en mi garganta y se moría en poniente, donde el horizonte se pierde, se hunde y desaparece.

De repente, la lluvía se hizo mas fuerte, la madrugada se convirtió en día, y de mi boca dejaron de salir colores vivos. Un vulgar vómito lleno primero mi mente, y después mi garganta y boca, tú ya no hablabas lenguas muertas, y sobre tu rostro el maquillaje me dijo que habías llorado. Hace unas horas de mi boca surgían colores vivos, pero ahora el sabor de la bilis no me deja pensar, y tengo sueño.

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