lunes, 24 de marzo de 2008

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Espere con paciencia a que el viento cesara y las nubes rompieran a llover. Las gotas empapaban mi cuerpo y mi cabello. A mi alrededor la gente corría a refugiarse mientras yo, inmóvil, me mantenía con una sonrisa de felicidad en la mitad de la calle, impasible. Cada gota que golpeaba mi cuerpo era un breve instante de gozo, me pareció que alguna nube se apartaba o desaparecía, y los rayos del sol que atavesaron en el espeso manto desmenuzaron las gotas de agua en brillantes colores que iluminaron el cielo. Vi un millón de mariposas y escuché la risa más alegre del mundo, una mujer desnuda levitaba a mi lado y con cuidado susurró muy cerca de mi oído:

- Bienvenido al punto más álgido de tu maravillosa vida bipolar.

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