jueves, 13 de marzo de 2008

Soledad, (en este horror no hay literatura)

El colchón no tenía somier, estaba en el suelo, dos guías de teléfonos a cada lado realizaban las labores improvisadas de mesillas. Una amarillenta foto descansaba sobre un modesto marco de madera, dos niñas juegan con sus muñecas. Él estaba acostado sobre el colchón, con los ojos abiertos miraba el techo que estaba demasiado cerca. No se merecía aquello, vivía en un inmundo trastero. Miró a su derecha y vió la montonera de cacharros sucios, latas de conserva e inmundicia que amenazaba con cubrir toda la casa de moho. No quiso verlo y cerró los ojos, sólo un instante, y giró la cabeza, dónde sabía le esperaba la amarillenta foto. ¿Cuántos años hace ya de eso?

Cree recordar que un día tuvo una familia, pero el recuerdo se hunde en un mar de barbitúricos y alcohol, quizás sólo lo soñó, aquellas cenas de nochebuena con marisco en la mesa, regalos para los nietos y alcohol. Siempre recuerda el alcohol, quizás eso fue lo único que existió en su vida. Pero él cree recordar, y recuerda hijos,y amigos y alcohol, y cree que un día estaba trabajando y le iba bien, y se acuerda de una mujer, vagamente recuerda cuarenta años, y le parecé que una vez le pegó y que se rió de ella, y vuelve a recordar el alcohol.

Le gustaría saber quiénes son esas niñas, seguro que si se esfuerza puede recordar cómo eran y que les decía, quizás pueda recordar el día que nacieron o sus primeros pasos. Saca un cigarrillo negro de un paquete blando y lo enciende con una larga calada, se fija que los calcetines están rotos y su dedo gordo parece un mejillón de larga que es la uña, sonríe por un instante, mientras el humo sale en bocanadas de su boca. Está seguro que recuerda el nombre de las niñas. Se incorpora con dificultad, y camina hacía la montaña de humedad que descansa en el fregadero, escoge el vaso menos sucio y lo enjuaga rápidamente, en una bolsa plástica guarda tres cartones de vino. Sus temblorosas manos apenas tienen la fuerza suficiente para abrir el vino, que se desparrama por el suelo y por sus sucias manos. Ingiere un puñado de pastillas diminutas, y de sólo un trago bebe el vaso de clarete. No se sentía bien, su vista jugaba con los objetos que estaban a su alrededor, el marco de madera giraba entorno a su cuerpo como un satélite en torno a un planeta baldío. Sacó otro cigarrillo, era ya el último, y con su temblorosa mano lo encendió decidido, antes de echarse en el raído colchón.

Su cabeza esta mareada, a su pecho le cuesta respirar, y gotas de sudor cubren su decrépito cuerpo. Quiere recordar a las niñas de la foto una vez más, y le parece escuchar carcajadas inocentes resonando en el pequeño estudio, tiene su nombre en la punta de la lengua, y se esfuerza en pronunciar, pero la tos en ese momento se vuelve convulsión, y en un esputo rojizo que sale por su boca y deja una mancha extraña en el colchón. Cuando se da cuenta sus pulmones se han olvidado de respirar, y aunque él quiere recordar, un segundo antes de que su corazón deje de latir, le da tiempo a pensar que será una suerte si el hedor de su cuerpo putrefacto alerta a los vecinos.

1 comentario:

riuper dijo...

Hostia Miguelon esta bien . Me gusto si señor . felicidades . y muchos animos seguire de cerca lo que vayas escribiendo. un beso pa patri un beso pa ti.