sábado, 1 de marzo de 2008

Poeta (fragmento de algo más grande que no termina)

La noche caía fría en la ciudad, en alguna habitación silenciosa y oscura unos padres lloraban a su hija muerta. Mientras, el poeta observaba desde una azotea las luces que dotaban de un halo divino los edificios que rozaban las nubes. Se frotaba las manos para desentumecerlas, mientras una mueca se formaba en su boca dejando ver cada vez más una encía descarnada que mostraba casi completamente la raíz de su colmillo, afilado e infecto. Sus pensamientos ya no son ahora románticos, y donde antes surgían bellas palabras ahora sólo brota bilis de un hedor que emponzoña el aire a su paso, marchitando las flores y atrayendo moscas, insectos y ratas que buscan alimento en la suciedad que flota en el ambiente. El Poeta seguía recitando, pero su objeto de inspiración ya no era su Musa, ni cosas bellas que enternecen, si no la oscuridad, el arrepentimiento y la muerte, sobre todo la muerte, que ejercía una inspiración sobre él que nunca antes había sentido. Sentir en sus manos un cuerpo inerte, todavía caliente, era algo que no podía explicar con versos, pero que llenaba su alma de una tranquilidad que le era cada día más necesaria. Su conciencia se agitaba inquieta mientras él notaba que la necesidad de comprender la muerte lo inundaba de sentimientos, lo hacía reir y llorar y convertía su vida en una vida, real.

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